¿Cuánto puede incluir un artista en una pintura? Todo, dice Emily Kame Kngwarreye. Todo.
Es 1989 y ella tiene 78 años de edad. Quizás 81. No está segura. ¿Importa? No todo se puede medir en años. No cabe el tiempo, todo el tiempo, desde el principio de los tiempos. En los libros de geografía no se pueden encontrar el lugar del que proceden los espíritus de la edad dorada del pasado, del Dreamtime australiano, antes del principio, ni el lugar en el que están ahora. Deja tu mapa a un lado, repleto de pequeñas líneas rojas y amarillas, que muestran los caminos, y los puntos oscuros que representan los pueblos.
Tu mapa te ha traído aquí, a través del desierto del Oeste, en el centro de Australia. Has conducido hacia el norte, desde Alice Springs hasta una zona denominada Utopía, para encontrarte con Emily Kame Kngwarreye. Ella vive en un pequeño asentamiento, entre sus familiares, su clan.
No muy lejos viven otros clanes de anmatyerre, en sus propios asentamientos. Este es su país. Hubo una época en la que los granjeros blancos, con su ganado, deseaban hacerse con el lugar. Sin embargo, se trata de una tierra seca y dura, donde en ocaciones no llueve durante años. La mayoría de los granjeros, con sus animales, se han marchado.
Los anmatyerre saben cómo sobrevivir en este lugar. Saben dónde crecen las plantas que proporcionan alimentos y cómo hallar raíces de ñames bajo el suelo. Cuando llueve, florecen las plantas ntange. Si se recolectan las pequeñas semillas, se pueden moler entre las piedras. Su jugo es una buena bebida. Con la pulpa se pueden hacer pastelitos para celebrar la llegada de las lluvias.
Los espíritus del Dreamtime dieron forma a estas tierras. Conformaron la uturupa, la gran colina arenosa que proporcionó su nombre a Utopía, y crearon las plantas y el suelo en el que estas crecen.
Emily sumerge sus dedos en la pintura y se inclina hacia adelante. Con las yemas, pinta pequeños puntos sobre el lienzo que ha extendido frente a ella. Conforme avanza los puntos se van multiplicando, como estrellas que aparecen en el cielo nocturno o el polen que vuela desde las flores. Estos puntos de color son flores y semillas de las ntange, que conforman un dibujo de líneas ramificadas que Emily ya ha pintado, y que se asemejan a las que se dibujan sobre los cuerpos de los bailarines para la ceremonia de la lluvia. Todo ocurre con rapidez. Ella pinta como si explicara una historia con sus dedos o con el trazo de líneas y puntos sobre un mapa misterioso. Bajo la sombra de estos árboles cubiertos de maleza, la pintura húmeda se seca con rapidez al calor del desierto.
A menudo la gente viaja hasta Utopía desde Alice Springs, con la esperanza de comprar pinturas de Emily. En las galerías de arte de las ciudades, sus obras alcanzan precios elevados. Cuando Emily va a verlas, colgadas bajo los focos, parecen estar lejos de casa, del lugar en el que ella las pinta, con brillantes colores que contrastan con el suelo rojo del desierto a la sombra azul de los árboles.
Ha alcanzado la fama. Sus pinturas han ganado premios. Ella comparte el dinero que gana con el clan. Después de todo, las historias y los dibujos que pinta Emily son también sus historias y sus dibujos. Todos comparten las tierras en las que crecen las ntange, así como las semillas que son aptas para su consumo.
Emily Kame Kngwarreye no empezó a pintar hasta que ella sobrepasó los 70 años. Antes de ello, del mismo modo que muchas mujeres de su clan se ocupaba de colorear tejidos, del batik. Ayudó a crear el Grupo de Batik para mujeres. Sin embargo, el batik es un trabajo duro, sobre todo cuando te haces mayor. Primero se hacen dibujos sobre seda con cera. Es entonces cuando se tiñe la seda. Las partes que no tienen cera absorben los colores. A continuación, se hierve la seda para que la cera se funda. Por último, hay que eliminar los restos de cera del tejido. ¡Un trabajo duro! Las pinturas no necesitan hervirse ni limpiarse. Permite concentrarse en los dibujos y en los colores. Además, poco después de aplicar la pintura acrílica sobre el lienzo, esta se seca.
Quizá sea una buena idea que la gente de las ciudades disfrute contemplando las obras de Emily en las blancas paredes de las galerías. Si les gustan las pinturas, ¿realmente importa la razón que les lleva a disfrutar de ellas? La gente nunca escarbará ni cavará el suelo rojo para encontrar raícesde ñames ni semillas de ntange, ni pintará dibujos en sus cuerpos para bailar para los espíritus que consiguen que las plantas ntange florezcan.
Emily decide llamar a su obra El sueño ntange. Es una forma de dar las gracias a los espíritus del Dreamtime, que han dado forma a la tierra y que la cuidan siempre. O sencillamente es un hermoso dibujo colgado en una pared blanca. Depende de quien seas y de donde estés. Esto es lo que ella considera.
Si pudieras quedarte aquí, en Utopía, encontrarías a Emily mañana, en el mismo lugar, empezando una nueva pintura. Pero es hora de marchar. La noche cae con rapidez en el desierto. De repente, la temperatura desciende. En el cielo, claro y profundo, empiezan a aparecer las estrellas: primero una; después, tres o cuatro y, finalmente, todas.
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